El miedo al compromiso no es ni más ni menos que el temor que genera (tanto en hombres como en mujeres) contraer obligaciones o mantener una relación a largo plazo. Un sentimiento que parece estar viviendo actualmente un periodo de máximo esplendor.
Somos testigos de una época en la que los match de Tinder se han convertido en nuestro nicho de mercado para ligar y en la que antes de preguntar el nombre a nuestra conquista (sí, el que le pusieron sus padres) ya hemos desbloqueado el móvil y escrito en la lupita de búsqueda el “@” que antecede a su perfil de Instagram.
Las citas rápidas, la inmediatez y “variedad” que nos ofrecen las redes sociales así como la idealización de prototipos de pareja más propias de series de televisión que de la vida real, han banalizado las relaciones y reducido el esfuerzo y la constancia característicos del forjamiento de un lazo afectivo. Nos hemos acostumbrado a las facilidades y a nuestras respectivas zonas de confort, recelosos de todo aquello que esté más allá de nuestras “fronteras”. Contabilizamos nuestro tiempo y nuestras energías, destinando su mayoría a nosotros mismos.
“Estoy centrod@ en mí mism@, no puedo estar pendiente de alguien más” “Entre el trabajo y el ocio, no tengo tiempo para una relación” ¿Te suena de algo?
Descubrir cuáles son nuestros propósitos y anhelos, llevar a cabo proyectos y en definitiva, sentirnos realizados, es sumamente importante. No obstante, no debemos excusarnos en nuestras responsabilidades materiales para así evadir las emocionales.
El temor al compromiso suele originarse precisamente por los conceptos que se le acuñan a este: perdida de libertad, dependencia, esclavitud y vulnerabilidad, entre otros. Términos que pueden llegar a materializarse sí, pero solo si la relación está cimentada sobre toxicidad y prácticas negativas entre las partes.
El miedo en sí no es malo, sino un sistema de alerta que se activa cuando sentimos que estamos en peligro o que algo nos puede dañar. Sentir temor o angustia por una situación desconocida o cuyo control se escapa de nuestras manos es lógico, mas debemos ser conscientes y, especialmente, capaces de afrontarlo.
Tener pareja conlleva empatía, generosidad y trabajo, esfuerzos que puede que en este momento de tu vida no estés dispuesto a realizar. Lo importante es que tu decisión no se base en miedo, egoísmo o incapacidad para gestionar emociones. Coartar nuestros sentimientos o negarnos la oportunidad de implicarnos sentimentalmente con otra persona por temor a elucubraciones pesimistas es injusto para la persona, pero sobre todo para ti mismo.
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